Thursday, July 13, 2006

Fragmento de Escritos de un viejo indecente...

Pero entonces la expresión de aquellos rostros estériles, hue­cos, odiosa acartonada y pesadillesca hizo que mi estómago lleno de alcohol diese un vuelco, me puse malo y vomité sobre su mag­nífica alfombra que estaba decorada con El Árbol de la Vida. vo-mité a gusto.
—¿sabes, lo que le hacemos a un perro que se caga en la al­fombra? —preguntó mi padre.
—no —dije yo.
—¡bien, pues le metemos la NARIZ allí! ¡para que no lo haga MAS!
no contesté. mi padre se acercó a mí y me puso la mano en la nuca.
—tú eres un perro —dijo.
no contesté.
—¿tú sabes lo que les hacemos a los perros, no?
seguía apretando hacia abajo, bajándome la cabeza hacia mi lago de vómito sobre El Árbol de la Vida.
—les metemos las narices en su mierda para que no caguen más, nunca más.
allí estaba mi madre, la delicada señora alemana, en camisón, mirando en silencio. yo siempre pensaba que ella quería estar de mi parte pero era una idea totalmente falsa, fruto de chuparle los pezones en otros tiempos. además, yo no tenía parte.
—oye, papá —dije—, QUIETO.
—¡no, no, tú sabes lo que le hacemos a un PERRO!
—te digo que pares.
siguió apretando, bajándome y bajándome la cabeza. tenía casi la nariz en la vomitada. aunque yo era el Hombre Congelado, Hombre Congelado significa Congelado, no fundido. sencillamen­te no podía ver que hubiese motivos para meterme la nariz en mi propio vómito. si hubiese habido una razón yo mismo habría metido allí la nariz. no era cuestión de HONOR o RABIA, era cuestión de verse desplazado de la MATEMÁTICA particular de uno. yo estaba, para usar mi término favorito, disgustado.
—quieto —le dije— ¡te lo digo por última vez, estáte quieto!
casi me metió la nariz en el vómito.
giré, me agaché, y le enganché con un gancho perfecto y majestuoso, le aticé de lleno en la barbilla y cayó hacia atrás pesada y torpemente, todo un imperio brutal se fue a la mierda, por fin, y él se derrumbó en su sofá, bang, los brazos abiertos, los ojos como los de un animal drogado. ¿animal? el perro se había rebelado contra el amo. avancé hacia el sofá, esperando que se levantara. no se levantó. se quedó simplemente mirándome. no se levantaría. pese a toda su furia, mi padre había sido un co­barde. no me sorprendió. luego pensé, si mi padre es cobarde, probablemente yo sea un cobarde. pero al ser un Hombre Conge­lado, esto no me producía ningún dolor. no importaba, ni siquiera cuando mi madre empezó a arañarme la cara con las uñas, chi­llando y chillando:
—¡le pegaste a tu PADRE! ¡le pegaste a tu PADRE! ¡le pegaste a tu PADRE!
no importaba, y por fin volví la cara del todo hacia ella y la dejé rasgar y chillar, tajar con sus uñas, arrancarme carne de la cara, la jodida sangre goteando y deslizándose por mi cuello y mi camisa, salpicando el jodido Árbol de la Vida con gotas y trozos de carne. esperé, sin interés ya.
—¡LE PEGASTE A TU PADRE!
luego fue dándome los arañazos más abajo. esperé. pero cesa­ron. luego empezó otra vez, uno o dos.
—le... pegaste... a... tu... padre...
—¿acabaste? —pregunté; creo que fueron las primeras pala­bras que le dirigí aparte de «sí» y «no» en diez años.
—sí —dijo ella.
—vete a tu dormitorio —dijo mi padre desde el sofá— te veré por la mañana, ¡por la mañana hablaremos!
sin embargo, por la mañana El era el Hombre Congelado, aunque imagino que no por elección.
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ya faltan 81 dias para mi cumpleaños..
la vez pasada me habia equivocado bien cabron.. jajajajaja hice las cuentas mal.

saludos!!

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